A propios y extraños ha causado asombro el vertiginoso crecimiento de Bacalar. De pronto lo vimos convertirse de un lugar casi olvidado por muchos años, a ser hoy un sitio con enorme potencial turístico. Su enorme laguna de 40 kilómetros de largo y la belleza de sus aguas color azul turquesa, atraen día con día, más y más visitantes. Además de todo ello la Villa de Salamanca de Bacalar guarda innumerables relatos y leyendas ricas en enseñanzas. Su historia es rica también en epopeyas acontecidas en época de la conquista y en llamada guerra de castas. Sus hechos históricos, sus relatos y leyendas enamoran a historiadores y a los más románticos lectores. Su resilencia ante sus constantes luchas entre mayas, españoles y piratas la ha hecho ser llamada “LaTroya peninsular.”
Adentrarse y recorrer la historia de Bacalar, es entender el entorno geopolítico, racial, y militar de una época. Tiempos vividos en los siglos XVII XVIII, en un territorio prohibido para muchos del que se decía era abundante en oro y tesoros escondidos. Aunque se dice que Bacalar existía desde el siglo XVI como asentamiento maya, la Villa de Salamanca de Bacalar, como fortificación española, fue fundada en 1729; 169 años antes que la fundación de Payo Obispo fundado en 1898. Durante su larga existencia la villa ha sido tomada, abandonada, despoblada, arrasada, reconstruida y repoblada. Lo mismo fue tomada por asalto, destruida y arrasada por los indígenas sublevados, que por los piratas ingleses que merodeaban la zona.
No hace mucho platiqué con uno de esos pobladores llegados a Bacalar de otros sitios del país, era un hombre de unos 68 años proveniente de Veracruz; me contó que a sus 17 años llegó a Bacalar y trabajó como chiclero y montero derribando árboles de cedro y caoba. Llegué, me decía, con mucha hambre de riquezas, llegué como un auténtico gambusino del viejo oeste americano ávido de oro, joyas y riquezas.
Por todas partes del país se contaba que en Bacalar solo había que levantar una piedra y se encontraba un tesoro; por mi parte había visto con mis propios ojos a un campesino de Bacalar taladrar cinco monedas de oro para hacerle un collar a su esposa. Toda esa información en mi mente despertó mí codicia y mi ambición; así fue como llegué a estas tierras en busca de todas esas fantasías que me hicieran un hombre rico.
Poco después de mi llegada me uní a un compañero con la misma ambición y juntos recorrimos túneles secretos, removimos piedras y escombros de casas derrumbadas, hurgamos en tumbas y registramos gran cantidad de montículos arqueológicos. Pero todo eso fue en vano, pues no encontramos nada. Tristemente todo parecía haber sido saqueado.
Me platico aquel hombre que contra-esquina de la parroquia de San Joaquin, santo patrono de Bacalar, donde actualmente hay una tienda de ropa y donde antes hubo una farmacia había una casa de mampostería. Esa casa fue de un español llamado Don Jesús de Pedro. Resulta que un buen día, en el centro de la sala de la casa del español, se hizo un desfonde; un enorme agujero en el piso como de cuatro metros de profundidad. Alarmado el señor De Pedro mandó a buscar a un albañil para que lo reparara y rellenara.
Pasado algun tiempo esa propiedad pasó a ser de Don Nazario Buitrón, personaje muy conocido en Bacalar y tronco de una numerosa familia bacalarense. Sobre esta familia guardo muy bonitos recuerdos que brevemente comentaré. Los Buitrón eran personas muy religiosas y muy apegadas a la iglesia y a la Escuela Hidalgo, colegio donde yo estudié. La escuela era conocida como la escuela de las madres, y por los años cincuentas, cursando yo el sexto de primaria, en uno de esos enormes camiones marca Dina, prestado a la escuela por uno de los contratistas madereros de la región, con otros compañeros de la escuela y con los Buitrón nos fuimos de excursión a Baalar. Fue en esa ocasión que conocí por primera vez la casa de los Buitrón.
Casi todos los que íbamos en la excursión éramos Scouts amantes de la aventura. Todos eramos chicos felices y con enormes deseos de divertirnos sanamente. ïbamos revestidos de los mejores propósitos, principios y valores, esos con que se forman los scouts. Vestir el uniforme y llevar la pañoleta era algo que nos llenaba de orgullo. Ese especial orgullo que se tiene cuando uno es uno de esos adolescentes de entre 12 y 14 años. Niños casi jóvenes que muy ufanos marchabamos recitábamos nuestro lema “Siempre Adelante” cantando ritmicamente en fila siguiendo los bordes de la laguna. Recuerdo bien que uno de los hermanos Buitrón era nuestro Aquela o guia. Recuerdo también que el mayor de los hermanos Buitrón pertenecía al ejército, era soldado. En una ocasión, estando el mayor de los Buitrón de guardia en su destacamento muy cerca del castillo, accidentalmente se disparó con su propio mosquetón. Murió casi al instante. La muerte de Buitrón fue una pérdida muy sentida tanto por la familia Buitrón como por todos nosotros los scouts.
Pero regresando a la casa de don Nazario Buitrón y al boquete de su sala, mi amigo de Bacalar me contó que en una ocasión se encontró a aquel albañil llamado por don Jesús de Pedro para que le reparara el desfonde de su sala. El albañil, apodado “El Bigotes”, le contó que aquel boquete conducía a un túnel secreto, y que ese túnel conectaba a la iglesia de San Joaquin con el Fuerte de San Felipe, le dijo tambiénque mucho había insistido con don Nazario para que es carvaran de nuevo debajo de su casa para recorrer el famoso túnel, porque allí debían haber tesoros enterrados. Nunca don Nazario Buitron quizo y los intentos del Bigotes por convencerlo fueron infructuosos. Decía don Nazario, hombre prudente que eso de los tesoros eran solo fantasías de gente que no le gusta trabajar, que el mejor tesoro por descubrir esta dentro de cada persona. También decía que había mucho riesgo de que toda su casa se hundiera y desapareciera de la superficie. No obstante lo que Don Nazario pensaba, el hecho era que mucha gente del pueblo decía que don Jesus de Pedro había extraído de ese túnel cosas de gran valor, entre ellas un cristo negro, el mismo cristo que la gente de Bacalar veneraba y paseaba en prosesión, durante las peregrinaciones de las fiestas de San Joaquin.
Debo señalar que algunos historiadores e investigadores serios coinciden en que en efecto había un túnel que comunicaba a la iglesia con El Fuerte. Mencionan que ese túnel fue construido por los militares españoles como una ruta de escape y una via de abastecimiento de provisiones ante los constantes sitios al fuerte de indígenas o de piratas ingleses. El Castillo fue construido como mencioné anteriormente, como una fortificación para salvaguardar la seguridad de la milicia en esta parte de la Nueva España. La edificación se hizo por los años de entre 1729 y 1733, siendo gobernador de Yucatán don Antonio de Figueroa y Silva.
Más de cien años después de su edificación, el Castillo y todo el pueblo de Bacalar habrían de sufrir dos sangrientos ataques de los indígenas mayas sublevados, uno de ellos en 1848 y el otro, el mas sangriento de los dos, diez años más tarde en 1858. En este segundo ataque el fuerte fue destruido y la población masacrada. Los pocos sobrevivientes huyeron a refugiarse a Belice a localidades como Corozal, Orange Walk y otras aldeas de la colonia inglesa. Bacalar despues de este ataque indígena quedó despoblado por completo. Nótese que estas dos sangrientas batallas sucedieron 50 años antes de la fundación de Payo Obispo en 1898.
En 1845, según los registros de la historia, fue el año de mayor apogeo de Bacalar. La villa contaba en esos remotos años con cinco mil cincuenta y tres habitantes, 46 casas de mampostería de sólida construcción, entre ellas tres casas de dos pisos y algunos buenos edificios públicos, como la fortaleza del Castillo, la aduana marítima y la parroquia de San Joaquin. además de esas edificaciones también habían almacenes pertenecientes a prósperos comerciantes”.
Hoy en este 2022, casi 300 años después, nuevas riquezas y nuevos tesoros se esconden en Bacalar. Aquella villa de Salamanca se convirtió de pronto en un lugar con un enorme potencial turístico. Hoy en el Castillo, destruido en 1848 y reconstruido un siglo después en la década de los 70s, hay un nuevo y bonito museo. La comunicación terrestre del Bacalar con otros puntos del país es por carreteras de ferro-cemento de cuatro carriles. Su boulevard costero esta siendo remodelado, pavimentado, embellecido e iluminado. El Centro y el parque principal reconstruidos. Hay un mejor, más bello y funcional mercado municipal. A lo largo de la costa en muchos kilómetros de laguna abundan nuevos desarrollos y nuevos hoteles. Y aunado a todo estos adelantos impensados hace pocos años atrás, muy pronto Bacalar estará comunicada con toda las ciudades de la península por un moderno ferrocarril como es el tren Maya. Todo lo anterior son las nuevas riquezas, los nuevos tesoros, y las nuevas oportunidades que sin duda habrán de atraer a más y más vacacionistas e inversionistas buscando disfrutar y aprovechar empresarialmente lo que Bacalar les ofrece.
Y volviendo a la plática con mi entrevistado, me comentó que como consecuencia de su frenética búsqueda de tesoros y debido a sus constantes visitas a los sitios arqueológicos, un día menos pensado la policía los atrapó y fueron encarcelados. Junto con él y su compañero apresaron también a otros 9 individuos acusados de lo mismo. No nos valió, me dijo, que les dijéramos a los policías que no habíamos encontrado ningún tesoro ni nada parecido.
Acompañados de los otros 9 supuestos saqueadores fuimos trasladados a la ciudad de Campeche. No olvidar que por aquellos años, a principios de los 30s del siglo pasado, el Territorio Federal de Quintana Roo fue desmembrado y Payo Obispo y Bacalar, pertenecíeron al estado de Campeche. En Campeche nos interrogaron, nos golpearon y nos torturaron. No entregamos nada porque nada habíamos encontrado y nada teníamos.
Finalmente los campechanos nos dejaron ir aunque las golpizas y las torturas nadie nos la quitó de encima. Esa fue una gran experiencia para mis años de juventud; desde entonces he vivido aqui en Bacalar dedicado a la agricultura y al comercio. Con mi esfuerzo y mi trabajo duro y constante he hecho un patrimonio para mis hijos y mis nietos. No me quejo, me ha ido bien. Pero eso sí, hasta hoy lucho conmigo y mi inclinación a descubrir tesoros bajos las priedras. Hasta hoy no pierdo las esperanzas y en mi mente aun perdura la ilusión de encontrarme un tesoro al levantar una piedra.
Con esas palabras aquel hombre se despidió de mí, mientras, juntos, él y yo, parados en una de las atalayas del fuerte de San Felipe, disfrutamos por un momento la suave brisa que acariciaba nuestros rostros, y con la vista perdida en el horizonte contemplamos los bellos colores de la laguna.
Desde entonces, y con más fuerza que nunca, no he dejado de pensar en las nuevas riquezas, las nuevas oportunidades y los nuevos tesoros que están esperando, a nuevas generaciones de empresarios buscadores de tesoros. Tesoros y riquezas que sin duda muchos habrán de descubrir con inversión, imaginación y trabajo. La mesa está puesta. Quizá no es la misma riqueza ni los mismos míticos tesoros que por siglos nuestros antepasados buscaron ocultos en un cofre pirata bajo la tierra. Quizá no es el mismo oro en lingotes o en joyas de los mayas. Lo que sí es es un nuevo tesoro de oportunidades que Bacalar ofrece y que estamos viendo llegar con el turismo. Es, en suma, una nueva mina que sin duda, poco a poco, iremos excavando y aprendiendo a explotar, a aprovechar y a disfrutar. Que así sea.
Julio-2022
MARIO A.V.